lunes, 28 de febrero de 2011

El fantasma del conde Sayid - parte 8 (final)

Unos días después que se marcharon Paola y Javier, se casaron en privado Diegorid y Jimena en los jardines de la mansión.

- Puede besar a la novia – dijo el sacerdote.

Él observó a Jimena y recordó que ella actuaría “de acuerdo a la situación”, aunque estaba tan nerviosa como él y supuso que evitaría el hecho, pero no fue así. Sintió tantas cosas que olvidó que todo era actuado.

Al retirarse hacia su carruaje, Diegorid dijo: es una lastima que no esté involucrado ningún sentimiento. Ella le contestó que sí, que era una lastima. Ninguno pensaba que el otro estaba mintiendo. Carolina estaba feliz, sobretodo al ver que todo lo que ella deseaba estaba saliendo como quería.

Todo estaba pasando por un buen momento, excepto el conde, que yacía sólo con Victoria en su lecho de muerte. Él agradeció a todos los que alguna vez estuvieron presentes en su vida y a sus familiares por su compañía. Todos se retiraron, excepto su esposa.

- Gracias por acompañarme, a pesar de todo lo que ha sucedido.
- Únicamente te acompaño, porque es el deber de una esposa. Regresaré a la casa de Priana y viviré allá. Después de ti, ya nada me liga a este lugar.
- Espero que seas feliz. Te lo mereces.

Estas fueron sus últimas palabras. El conde murió mientras Victoria evitaba verlo y lloraba al pie de la ventana. El funeral fue público y asistieron todos en el condado, pues todos lo querían. Después de la velación fue enterrado en el cementerio familiar de la mansión.

Diegorid y Jimena fueron anunciados como los nuevos condes de Castilla y Lorena y aunque cada uno creía manejar su propio condado a su antojo, descubrieron que no podían hacerlo mejor si combinaban sus propias ideas, haciendo de la región una de las más prosperas, y ese resultado también se vio en su relación, cuando mostraron a los aldeanos a su hija Niyiyi Dunham.

Al poco tiempo del anuncio de Diegorid y Jimena, Carolina inició la redecoración de la mansión de su hermano, eliminando todo lo que tuviera que ver con su estirpe y ordenando construir una habitación más grande para ella y su amante Henry, cuya fecha de matrimonio ya estaba establecida. Afortunadamente, todo lo que representaba un valor familiar y sentimental ya lo había empacado Victoria para marcharse a Priana. En el momento que una salía y la otra entraba, Carolina no pudo evitar hacer un comentario.

- Finalmente cambiaré este oscuro tapizado.
- Puedes hacer lo que te venga en gana.
- ¿No reconocerás que gané?
- ¿Qué reconocimiento? ¿Qué ganaste? Yo no estaba participando en ese egoísta juego que creaste. Adiós, Carolina, ya no nos une ningún vínculo.

Cada una siguió su propio camino y jamás se volvieron a ver. El desmoronamiento familiar nunca fue sabido por nadie, ni se enteraron de todos los conflictos que sucedieron puertas adentro de la mansión de la familia modelo. Debido a esto, el fantasma del conde nunca encontró paz y recorría los pasillos día y noche tratando de unir en vano a la familia y demostrarles su arrepentimiento.

FIN

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